EL EQUIPAJE



Una característica del cicloviaje es su duración y la necesidad de vivir durante el tiempo que la travesía dure con lo que se lleva sobre la bicicleta. De ahí la necesidad de carga y de tener claro cómo llevarla, lo cual tratamos en el número interior de Ciclismo XXI. En esta ocasión veremos un tema que preocupa a quienes se inician en los viajes en bici: ¿qué llevar?

Quienes no viajan y son ciclistas suelen preguntarse si es necesario ir tan cargados como vamos la mayoría de los cicloviajeros. Otros, por el contrario, tienen grandes dificultades en reducir el peso de su equipaje. La medida justa, llevar lo indispensable sin quedarse corto ni cargarse de más, es difícil de encontrar. La mayoría de los viajeros vamos encontrando esa medida con la experiencia, pero se pueden dar algunos consejos para abreviar ese tiempo y evitar los dos riesgos: ir arrastrando una bicicleta cargada de más, con la pérdida de tiempo y esfuerzo y suma de problemas mecánicos (especialmente en las ruedas) que eso puede traer, o ir con tan poco equipaje que no podamos responder a situaciones por las que atravesemos, como variabilidad de climas, falta de equipo básico para reparaciones o para sobrellevar imprevistos en la ruta.
Qué meter en las alforjas
Lo básico en estas cuestiones es tener una mínima planificación del tipo de viaje que vamos a realizar para poder evaluar qué poner en nuestro equipaje. No tiene sentido llenarnos de abrigo si vamos a ir a una zona tropical, y tampoco llevar un rompevientos si vamos a la Patagonia. Hay un mínimo sentido común que nos indica qué nos resulta indispensable, siempre apuntando a eliminar lo superfluo. No hay que llevar cosas “por las dudas”, que probablemente no vayamos a usar y que después vamos a tener que soportar toda la travesía. 

Lo más elemental de cualquier equipaje son los efectos personales mínimos y la vestimenta. Con elementos personales nos referimos a los objetos que todos usamos habitualmente para nuestro aseo personal, medicamentos que se usen en forma regular en el caso de haberlos, documentación, etc. Esto hay que tratar de reducirlo lo más posible, generalmente no ocupa mucho peso ni lugar y por eso lo mejor es tenerlos en algún estuche y ubicarlos en el bolso de manillar o en un bolsillo de la alforja, un sitio bien identificado y a mano. Con respecto a la indumentaria, tendremos que evaluar qué llevamos de acuerdo al clima del lugar al que viajaremos y a la duración de la travesía. Obviamente, si vamos a lugares fríos o de clima cambiante, nuestro peso en abrigo va a multiplicarse, y lo mismo pasa cuando vamos a emprender un viaje de más de un mes de duración.

La indumentaria
No es lo mismo hacer un viaje de una semana o diez días por el Litoral en enero, con temperaturas que rara vez van a bajar de los 25º, que hacer una travesía de tres meses a la Patagonia. Sin desestimar las dificultades de la primera, es claro que la segunda va a exigirnos más en cuanto a material y capacidad de autosuficiencia, además de los desafíos físicos. Todo el equipaje, pero especialmente la indumentaria, debe estar pensado para cumplir con estos requisitos. 

En un viaje corto, uno puede llevar poca ropa: una o dos mudas para cuando estamos sobre la bici, lo mismo para cuando no pedaleamos, más algún abrigo de emergencia y algo por si nos agarra la lluvia. En un viaje más complejo, hay que tener suficientes opciones de recambio para poder afrontar los cambios del clima. Hay que pensar que no vamos a estar todo el tiempo pedaleando, y hay que tener ropa para cuando estamos establecidos en algún lugar. En esto hay que tratar de ser minimalista pero no exagerar: algunos se preocupan tanto por el peso que terminan con la misma ropa durante un mes. También hay que tener en cuenta que es indispensable tener una opción de ropa seca y lista para usar en caso de que una tormenta nos haya pasado por agua. Y en viajes largos, considerar el desgaste al que el uso continuo y generalmente al aire libre somete a las prendas. 

Si necesitamos abrigo hay que tener en cuenta que es mejor llevar ropa de buena calidad, si nos da el presupuesto. Una sola prenda especializada nos puede solucionar el problema y reemplazar a dos o tres abrigos tradicionales. También es importante saber que las necesidades de abrigo son distintas sobre la bici que a pie. En caso de mucho frío, esas diferencias desaparecen, pero es frecuente que, en climas como el patagónico en verano, pedaleemos en camiseta y a la noche nos enfundemos en todo lo que tenemos. Resumiendo, hay que llevar ropa de calle para cuando no estamos en la bici, práctica y sin exagerar en la cantidad, contemplando tener recambio pero pensando en lavar antes que llevar las alforjas llenas de ropa.
Para cuando pedaleamos, sí es necesario usar indumentaria de ciclismo. Los lectores de una revista especializada como esta saben de qué se trata, pero la mayoría de los que se inician en el cicloviaje no. Especialmente las calzas de ciclista son bastante evitadas por los varones que tienen vergüenza de utilizarlas porque no comprenden su importancia. Después de un viaje de 1000 kilómetros sin usarlas, seguramente toda explicación acerca de las razones de su utilidad serán superfluas. ¿Qué es indispensable de la vestimenta que usamos los ciclistas para viajar? Lo más importante son las calzas y, en caso de usar pedales automáticos, las zapatillas sin las cuales no vamos a poder pedalear, los guantes y el casco. El casco es un elemento de seguridad que hay que tener, lo mismo que los guantes (en caso de caída y para evitar que se nos resbale el manillar por la transpiración de las manos). 

Otra cosa importante es tener un buen impermeable que nos proteja en caso de que nos sorprenda un aguacero lejos de toda posibilidad de refugio. Los más caros pero muy útiles son los de tejidos especiales, como el Goretex, que al mismo tiempo que protegen de la lluvia dejan salir la transpiración. Si el presupuesto no nos da, o vamos a zonas tropicales, hay que buscar un impermeable que nos asegure que no pase el agua (ojo, se venden muchos que no son realmente impermeables: si no es de una tela waterproof, que sea de plástico), liviano y que tenga algún tipo de respiración, caso contrario nos vamos a llover más adentro que afuera porque nos vamos a cocinar. Si no se consigue o no podemos comprarlo por su precio, es mejor tener unas buenas bolsas de consorcio con los correspondientes agujeros para pasar brazos y cabeza que un falso impermeable.

¿Acampamos?

Esta es una decisión que se debe tomar de acuerdo al recorrido y el presupuesto. Llevar equipo de campamento implica entre 5 y 10 kilos suplementarios. Entre dos o más se puede repartir, pero el viajero solitario debe llevar todo consigo. Tener la capacidad de acampar tiene dos ventajas básicas: a) abarata costos y b) permite sobrellevar situaciones en que nos vemos obligados a hacer noche lejos de los centros poblados. Si no tenemos interés en bajar costos, porque no necesitamos o queremos comodidad, se puede prescindir de todo esto, siempre y cuando estemos seguros 100% de que vamos a encontrar otro tipo de alojamiento. Si no es así, por no importarnos la opción a) no vamos a poder afrontar la b).

Si vamos a acampar, hay que olvidarse de llevar esa vieja carpa que está guardada en algún lado y pesa 15 kilos y hay que armarla entre cuatro. Hay que conseguir una buena carpa tipo iglú o similar, resistente a lluvias de cierta importancia y que sea fácil de armar. No hay que tentarse en las casas de camping con la súper carpa para ir al Himalaya. La carpa de alta montaña está pensada para otras condiciones que no suelen ser las nuestras: una tienda o una bolsa de dormir para usar a -30º se convierte en una caldera a 28º. Si tiene mil varillas va a resistir vientos huracanados, pero va a ser una tortura cuando tengamos que armarla todos los días para pasar la noche en lugares distintos. Por lo tanto, vayamos a una carpa buena, de no más de dos personas (si viajamos cuatro, mejor dos chicas que una enorme), sencilla de armar, adecuada a nuestras necesidades y no más, buscando, como siempre, el menor peso. Otro tanto con las bolsas de dormir (las diseñadas para temperaturas de -5 o -10 son suficientes por lo general) y los aislantes. Hay que prestar atención al tamaño que tienen cerradas, para ver cómo ubicarlas en la bicicleta. Por lo general, no tendrían que sobrepasar, embaladas, el ancho del manillar de la bici. Las bolsas de dormir de materiales sintéticos como el hollowfiber pueden comprimirse bastante, lo mismo que las de Duvet. Los aislantes hay que buscarlos baratos, se arruinan bastante sobre la bici. 

En el próximo número veremos los otros rubros en los que dividiremos el equipaje, referidos a la alimentación e hidratación, equipo técnico accesorio, herramientas y repuestos.

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